sábado, 31 de marzo de 2012

Un tirano en mi cocina


Escondí el anillo de casada en el delantal y suspiré hacia adentro. Como ya no me temblaban tanto las manos, coloqué el segundo tomate y comencé a cortarlo en trozos generosos al mismo tiempo que seguía de reojo sus progresos con el pepino. Se notaba que era la primera vez que lo hacía pero asombraba el manejo virtuoso del cuchillo y esa mezcla de seguridad y falta de humildad que tienen los tiranos. Ahora mismo mostraba interés y calma. Mis nervios desaparecían y el corte de la mejilla había dejado de molestarme. Siguiente tomate. Siguiente Ajo. Cebolla. Pimientos.
“¿Por favor, me acercas el pepino? “. Le solicite amable como si de un pinche de cocina se tratara.
“Claro que sí. Soy un dictador muy educado. A veces creo que la gente tiene una imagen muy distorsionada de mí. Una imagen que no es real. Yo solo quiero lo mejor para mí y los míos.”
“Efectivamente, para ti y los tuyos pero… ¿Y  los míos? Seguro que esa es la razón por la que has huido y me tienes aquí contigo”. Pensé mientras metía todos los ingredientes del gazpacho en la batidora de vaso que me regaló mi hermana por mi segunda boda.

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