miércoles, 21 de marzo de 2012

Sigue el camino de baldosas amarillas


El ventilador ralentizaba una vez más otra mañana sofocante de verano, mientras mi tía Aurelia apretaba con furia la antigua máquina de hacer churros. Era domingo, y una vez mas, mi hermano y yo parecíamos dos gotas de agua. Camisa blanca y el peto de pana granate que odiaba con todas las ganas que puede odiar un niño de mi edad. En el ambiente ‘nenuco’ y aquel pesado olor a bitumen que abrillantaba con clase los zapatos gorila todos los domingos.  Apreté los dientes y salté de la silla con decisión. Hoy no. Hoy no voy a ir a misa. Cogí un churro y comencé a correr por el camino de baldosas amarillas.

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