Hubo un tiempo en que todo estaba dividido en dos, separado
por un hilo de acero que separaba con decisión dos formas de entender el mundo.
La guerra fría se mantuvo durante casi 50 años a todos los niveles, los
visibles y los invisibles.
Durante este tiempo, el capitalismo y el comunismo se entendían
como formas (más o menos validas) de
mirar el futuro. No es mi objetivo el comentar aquí la autoridad de ninguna de
ellas, ni hacer juicios sobre lo que las manos del hombre han hecho con cada
una de las ideas que ambas ideologías tienen o tuvieron. La cuestión es más
simple que todo eso. En aquel tiempo, había dos fuerzas que luchaban por
imponerse entre ellas. Hoy solo hay una. El capitalismo comenzó a expandirse.
En algunos sitios a fuerza de tropas aliadas y en otros a ritmo de avaricia silenciosa.
El mayor enemigo de todas las ideologías es y será siempre la avaricia de los
hombres.
Pensábamos que habíamos encontrado la forma de vivir y ahora
no lo tenemos tan claro. La avaricia terminó con el comunismo y ahora amenaza
al capitalismo. Ahora somos capaces de ver lo que está sucediendo al otro lado
del planeta y eso despierta envidias. A su vez, algunos mantienen la búsqueda constante
de la riqueza infinita y siguen jugando con nuestros ahorros. Todos tenemos
objetivos en la vida, algunos buscan huir
de los apuros económicos y otros buscan un Iphone blanco de 32Gb y duermen al
raso para conseguirlo. Eso es capitalismo?.
Ayer, en el reportaje de Salvados, Jordi Evole le preguntaba
a una señora cubana en la cola de un cajero automático:
--‘¿No es un cajero un símbolo del capitalismo?
--‘No¡’. Respondió contrariada.
--‘Eso es desarrollo. O es también un ordenador
capitalista??’
Llevo pensándolo todo el día. Creo que a veces es difícil diferenciar
entre desarrollo y capitalismo. Creo que hoy somos capaces de hacer cosas que
nos facilitan la vida a diario, pero si nos perdemos en el deseo hueco seguiremos
el camino equivocado.
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